viernes, 10 de abril de 2020

Formar en la escritura académica.

En mi trabajo diario como profesora y bibliotecaria, suelo ofrecer talleres donde explico la metodología para trabajos escritos APA. Las nuevas generaciones adheridas al concepto de instantaneidad de busco, copio y pego tienen una concepción distinta a las generaciones de hace más de veinticinco años. Hoy ctrl+F, ctrl+C y ctrl+V sustituyen la tarea de lectura y re-escritura que los de las generaciones X y anteriores emplearon en la estructuración de párrafos extraídos de materiales impresos. En ese entonces, aunque se instruía en el uso de citas textuales y paráfrasis, así como en el asentamiento de las referencias consultadas, una práctica frecuente era la recolección de párrafos re-escritos de diferentes fuentes tal y como se encontraban. Los profesores podían, algunas veces detectar estas "malas" prácticas pero era difícil y, al menos al tener que leer y transcribir, los alumnos registraban actividad cognitiva para hilar esas oraciones y expresar las ideas. Aún cuando esta práctica es deficiente, puede decirse que permitía un modelo de escritura "copiada" del que podía extraerse con el tiempo, una voz propia por el simple trabajo de leer, pensar y escribir. Ahora la lectura y escritura han sido atomizadas al mínimo indispensable. La redacción se asemeja a buscar las piezas del rompecabezas y acomodarlas, al hacer una lectura rápida de las secciones donde aparecen las palabras clave buscadas, seleccionar, copiar y pegar omitiendo un paso fundamental, el pensar, silenciando con ello, esa voz personal que se achica en lugar de engrandecerse con la práctica de la escritura. Antes como ahora, el dar crédito a los autores a los que se consulta representa un asunto ético. Pero no sólo eso, pues ofrece la oportunidad de contrastar nuestras opiniones con aquellos autores que seleccionamos porque compartimos con ellos puntos de vista, o por el contrario, los consideramos opuestos a los nuestros. Hacer referencia a las obras consultadas permite distanciarnos de los otros, pero también acercarnos y descubrir esa voz que opina, piensa, discurre, contrasta, analiza, sintetiza, concluye y que hace aparecer ese yo, ese tú que cada uno debe descubrir y desarrollar.
Así, pensar que cada trabajo escrito requiere mostrar nuestra originalidad brinda una oportunidad de transformación personal que requiere compromiso con los demás, pero invariablemente, con uno mismo. La satisfacción de encontrar la voz, de aquel que en ese momento fuimos, no se esfuma con los años, por el contrario, le agrega un sabor adicional, el reconocimiento del esfuerzo personal que nos ha permitido ser quienes somos hoy.




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