miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Y usted si le entiende?

Hace dos semanas me ocurrió esta anécdota que narro a continuación. En misa dominical atendía al sermón que me había atrapado, el sacerdote mostraba tres perspectivas sobre los estudios de la presencia de Jesús. En cada una, el ministro de la palabra ofrecía explicaciones desde la historia, la filosofía y la fe. En determinado momento, justo en aquel en el que mi entendimiento se ensanchaba y una sonrisa de comprensión aparecía apenas esbozada, un anciano, compañero de banca, volteó hacía mí e incrédulo me preguntó: ¿y usted si le entiende? señalando con la mirada al padre que continuaba en su discurrir teológico de vivir en los hechos, en la obra. Sonriendo asentí con la cabeza, mientras él con extrañeza me miraba a mí y luego al de la palabra. Seguí escuchando pero el clic que había tenido se había disipado. Me quedé pensando en lo que había pasado y empecé a analizar el discurso que casi llegaba a su fin. Maestra al fin y al cabo, pasé a hacer la analogía del sermón con una cátedra de clase. Ahí estaban los alumnos, algunos atentos, otros distraídos, unos más intentando comprender como mi compañero. Noté entonces el léxico utilizado, no fácilmente asequible para todos los presentes, la estructura del discurso en un formato más adecuado para la academia que para un público heterogéneo, incluso algunos elementos en latín y conceptos teológicos    lo suficientemente difíciles de comprender en amplitud, incluso para quienes comprendían léxico o estructura o para quienes buscamos simplificar su significado y encontrar una comprensión general más no específica y que dejamos a los más versados en estos temas. Como profesores y emisores de un mensaje debemos atender las características y necesidades de los pupilos y moldear el contenido del mensaje en un formato asequible para todos. La información puede obtenerse por medios diversos, quién desea la puede obtener, siempre y cuando, tenga las habilidades para tomarla. El profesor forma en estas habilidades si ofrece al alumno oportunidades diversas guiándolo en su aprendizaje con el conocimiento alimentado por la interacción profesor-alumno a lo largo de cada actividad. El trabajo de análisis de la información y del pensamiento crítico requiere ejercitarse, la escucha activa para formar esquemas simplificados de la información en el pensamiento y su relación con el conocimiento previo no se dan con independencia del receptor. El profesor, por tanto, está obligado a dialogar más que a exponer los temas. Los maestros estamos llamados no sólo a dialogar con los alumnos sino a mostrarles como hacerlo con los contenidos y ellos mismos. No siempre se tendrá un interlocutor que se preocupe porque comprendamos o que, simplemente, no posee las competencias necesarias para transformar un mensaje en la forma más conveniente para nosotros.
Y todo esto por una simple pregunta, ¿y usted si le entiende?

domingo, 13 de septiembre de 2015

Trabajo infantil y aprendizaje

Hoy he retrocedido en el tiempo y me he encontrado con los recuerdos de infancia que fortalecieron mi actitud positiva hacia el trabajo. Cuando estaba en preescolar y hasta la secundaria, solía trabajar en el negocio familiar: una pequeña pero bien surtida papelería que se encontraba estratégicamente situada frente a una primaria y una secundaria. No recuerdo haber sido obligada a hacerlo, sino que ansiaba estar ahí y ayudar a mi papá cuando diez minutos antes de entrar a clases o a la hora de salida se formaba una multitud de niños y jóvenes, padres y madres para solicitar lápices, estampitas y mapas para las tareas. Me era divertido poner en práctica real las operaciones que acababa de aprender para sacar la cuenta, dar el cambio y recordar dónde estaría clasificada la estampita de Flores Magón en la caja de las biografías. Ahora que me dedico a la enseñanza, encuentro que mi entorno familiar me proporcionó elementos ricos de aprendizaje vivencial.  A continuación un recuento somero:

1) Sensibilización a las necesidades de los demás. Mi padre abría a las 6 am diariamente la papelería, incluso algunos domingos. Recuerdo preguntarle por qué ninguna otra papelería lo hacía y nosotros sí. Él me respondía, los clientes nos prefieren por eso, porque ofrecemos lo que los demás no están dispuestos a ofrecer, aunque sea una necesidad del cliente. Lo que vendíamos no era lo tradicional, papá buscaba artículos diferentes: loncheras de plástico armables, mapas tridimensionales, pósters educativos, muñequitas recortables de todos tamaños y colores. No había en su tiempo, papelería mejor surtida aunque pequeñita.
2) Atención y escucha activa. No era raro llegar y ver a los clientes conversando con papá, era bromista y dicharachero, conocía a cada cliente por su nombre y solía llamarlos con un apodo cariñoso como la güereja y chapurneca. Sabía cuando algo no andaba bien y solía aconsejar a las chicas cuando las había divisado noviando en el parque dándoles champú de autoestima. Atender al cliente era esencial, saludarlo y ofrecer alternativas cuando no teníamos lo que de inicio buscaban, anotábamos qué cosa estaban pidiendo para que a la próxima estuviera a la vista.
3) El orden era necesario para atender con rapidez, la mayoría de las compras eran al menudeo y de poco monto, 50 centavos, la estampita por ejemplo, y en la que te tardabas tiempo en buscar pero papá decía que era invertir en servicio aunque no ganara en capital. Era un cliente que permanecería leal y nos colocaría como primera opción ante cualquier necesidad, era un cliente que nos recomendaría.
4) Honestidad en precios y cuentas claras, eso era no negociable. Aprendí a hacer cálculo mental bajo presión. A ver Chiquis, 3 estampas, 2 paletas y 1 sacapuntas y paga con 20, dale la feria. Mi cabeza a mil por hora convertía precios a cuentas y daba el cambio, papá confirmaba y cuando veía errores solo me decía saca la cuenta en papel, revisa. Así que a escribirla. Al inicio no me dejaba usar calculadoras. Después para que aprendiera, me la daba para agilizar la venta.
5) Matemáticas aplicadas. No sólo en cuentas sino también en la colocación del precio de venta, papá me hacía ver costos de mercancía y estimar precios, algunas veces apenas sacábamos el costo, cuando preguntaba porqué no incrementar precio, papá decía su ese subsanaría con la venta en mayoreo. La utilidad no estaba sujeta a la usura, había que ser conscientes de lo que el cliente pudiera pagar, así como había otros productos en los que sí había mayor margen de ganancia como los plumones.
6) Clasificación alfabética y numérica. En ese entonces aún no había computadoras, sin embargo, aprendí sistemas de clasificación para biografías y numeración para mapas. Invariablemente, aprendí historia pues el currículum escolar se desbordaba y cuando solicitaban estampitas de cada niño héroe repasaba mis apuntes escolares por gusto y al leer cada biografía podía relacionar personajes, fechas y momentos históricos. Igual sucedía con geografía, ciencias naturales. El conocimiento escolar era necesario para ejecutar mi trabajo en la papelería. Cuando escuchaba noticieros empezaba a relacionar conocimientos y mi visión del mundo se ampliaba.
7) Aprendizaje vivencial. El 19 de sep de 1985 estaba a temprana hora en la papelería, papá y yo veíamos el noticiero. Ahí me tocó presenciar hace 30 años el temblor que cimbró a la capital, un evento que cambió para mí el rostro de ser mexicano, la palabra solidaridad y ciudadanía tuvieron significado.

Algunas veces se sataniza el trabajo infantil, sin embargo, el negocio familiar ofrece múltiples beneficios para el aprendizaje. No recuerdo haber pensado que se me explotara, o que no se me pagara, papá dejaba que tomara dinero de la caja cuando lo necesitara.  Este dinero es de la familia, decía.  El trabajar me hacía consciente de lo que implicaba ganarlo y que de ahí había que pagar a proveedores, gastos familiares, renta y todas las demás necesidades. Así que era consciente del costo de la vida.

Un modelo educativo o una estrategia didáctica que posea estas características puede, en muchos sentidos, ser clave para un aprendizaje significativo.